“Si tuviera que elegir entre el dolor y la nada, elegiría el dolor” William Faulkner.
Este término puede que resulte nuevo para muchos de vosotros, o quizá no. Para mi lo fue hace unos meses cuando encontré este vídeo de #aprendemosjuntos, donde Álex Rovira hablaba entre otras cosas del Efecto Pigmalión (del cual hemos hablado en otro post anterior - ver aquí) y de cómo nuestras muestras de afecto, nuestros pensamientos y nuestras expectativas, lo que él llama MIRADA, pueden transformar a las personas y a su rendimiento social e intelectual. Y es aquí, donde empezó a hablar de la 'ECONOMÍA DE CARICIAS', un teoría desarrollada por Claude Steiner.
CARICIAS: POSITIVAS Y NEGATIVAS.
Antes de explicar en qué consiste esta teoría de #economiadecaricias, es importante determinar qué son las caricias. Y es que las caricias hay que entenderlas en un sentido más amplio y más allá de cualquier tipo de gesto o contacto físico (abrazos, besos, caricias propiamente dichas...), sino que con #caricias (positivas) nos referimos a cualquier estímulo o signo de reconocimiento que como seres sociales que somos nos hacen sentir bien y pedimos desde el momento de nacimiento: miradas, comprensión, ternura, atención, aceptación...
Sin embargo, no sólo existen caricias positivas, sino también negativas. Incluso, vivimos en una sociedad y en unos tiempos, que si nos paramos a pensar y reflexionar detenidamente, se nos ha establecido una 'ley de escasez de caricias', donde está mal visto que pidamos un abrazo, que nuestro jefe nos premie por un trabajo bien realizado porque piensa que es nuestra obligación o que aceptemos una caricia porque no nos las merecemos o pensamos que quieren algo de nosotros.
Y llegados a este punto, nos vemos en muchas situaciones saliendo en busca de caricias, de aprobación, de algún gesto que nos haga sentir bien. Porque somos seres sociales y nuestra supervivencia no sólo se basa en satisfacer nuestras necesidades más básicas como comer y beber. Nuestra supervivencia se alimenta de estímulos y esto es algo que podemos comprobar desde el momento del nacimiento. Los niños/as puede que no comprendan realmente el significado de amar, pero tienen esa necesidad innata de amar y ser amados.
¿Y qué ocurre si no son amados? Estudios demuestran que esa carencia de estímulos o caricias positivas puede afectar de manera negativa al desarrollo psicológico del ser humano, dando a lugar a muchas enfermedades como depresión, psicosis, angustia, etc. ¿Consecuencias? Esto es lo que más me llamó la atención de la teoría, pero que puestos a pensarlo, tiene sentido y lo hemos podido presenciar en algún momento de nuestras vidas en nosotros mismos o en personas de nuestro entorno cercano. Si no recibimos caricias positivas, se activa un mecanismo que nos lleva a demandarlas, dispuestos incluso a demandar caricias negativas antes que no recibir ni sentir nada. Porque como dice Faulkner en su libro, preferimos el dolor a la nada, la pena al vacío, la bofetada a la ignorancia, el desprecio a la indiferencia...
Relación de la economía de caricias con el comportamiento infantil
Ahora bien, podemos preguntarnos, como maestros y especialistas de la educación infantil, ¿qué conexión encontramos aquí? ¿qué nos aporta esta teoría?
En ocasiones, nos encontramos con comportamientos en el aula que nos dejan desconcertados, a los que no sabemos responder o de los que desconocemos la causa. Sin embargo, muchas veces se puede reducir a algo muy simple. Todos hemos tenido a aquél niño/a que como comúnmente se dice ''llama la atención del adulto'', pegando a sus compañeros/as, llorando aparentemente sin razón, molestando, hablando, oponiéndose al adulto, etc., no de forma puntual, sino de manera constante. Y muchas veces nos preguntamos, ¿por qué lo sigue haciendo si sabe que las consecuencias van a ser negativas?
Pues después de conocer esta teoría, podemos tener la respuesta a muchas de estas situaciones. Cada vez nos encontramos con familias más desestructuradas, con padres con más horas de trabajo y menos tiempo para pasar en familia, con niños/as con mayores carencias afectivas desde edades muy tempranas, etc. lo cual esta conduciendo a unos hábitos conductuales que no son más que el fruto de esa necesidad innata de la que hablábamos de recibir caricias, de manera que demanda las negativas ante la falta de positivas.
Si ya como adultos todos conocemos a esa persona que tiene un caparazón o fachada y que no hace más que alejar a la gente que le quiere, cuando realmente la necesita cerca, imaginaros cómo gestiona esto un niño/a cuyo desarrollo emocional está inmaduro e incompleto. El niño/a de esta edad no está más que pidiendo a gritos que le quieran y sentir que saben que está ahí, lo que no sabe es cómo hacerlo. Incluso pasa en aquellos pequeños/as cuya educación familiar se ha basado en la falta de límites de todo tipo por ausencia y a través de su comportamiento rebelde está demandando que le pongan esos límites.
Así que, quizá, la ''única'' solución ante la falta de gestión emocional infantil, y desde mi humilde punto de vista, sea coger al niño/a, mirarle a los ojos y abrazarle muy, muy fuerte. Hacerle sentirse importante en ese momento. Hacerle sentirse FELIZ. Es la mejor herramienta que tenemos a nuestro alcance y que sí podemos controlar (porque de momento, no tenemos el poder de controlar la cantidad de caricias positivas que reciben fuera de nuestro entorno).
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